Esta revista, la número 17-18, viene a completar una serie de tres con «Una década de transformaciones en el mundo árabe» (Awraq no 15) y «Los estudios sobre mundo árabe contemporáneo en España: presente y futuro» (Awraq no 16), elaborada con motivo de dicha efeméride. Se da cuenta así de diez años de trabajo y de una de las principales líneas de actividad de Casa Árabe en su sede de Córdoba: la puesta en valor del importantísimo legado histórico arabo-islámico del periodo de al-Ándalus y la promoción del conocimiento en torno al mismo. Del 20 al 22 de septiembre de 2017, en colaboración con la Fundación Ramón Areces y bajo la dirección académica de Mònica Rius-Piniés (Universidad de Barcelona) y Cristina de la Puente (CSIC), Casa Árabe organizó un encuentro de carácter multidisciplinar cuyo objetivo fue poner de manifiesto los muy relevantes saberes y conocimientos científicos de los sabios andalusíes y su desarrollo y continuidad hasta nuestros días. Como se podrá ver en las páginas que siguen, al-Ándalus en general, y Córdoba en particular, jugaron un papel muy destacado en la transmisión y en el desarrollo de la ciencia. Durante siglos se llevó a cabo en tierras de al-Ándalus una síntesis de los conocimientos adquiridos por civilizaciones anteriores y de patrocinio de la investigación científica. Esta promoción, estrechamente relacionada y/o fomentada por los distintos factores económicos, religiosos y políticos de la época, resultó en un desarrollo científico sin igual en materias como las matemáticas y la astronomía, la astrología y la medida del tiempo, la medicina y la agronomía, el desarrollo de los instrumentos científicos, así como en los conocimientos en materia de filosofía y religión. Como resultado, distintos libros y manuscritos de la época –como los escritos por Ibn Hayyan, Ibn Sa‘id, Mugrib, Sa‘id de Toledo, Ibn Yulyul, Ibn al- Abbar, Ibn ‘Abd al-Malik al-Marrakusi, Ibn Abi ‘Usaybi‘a, al-Humaydi, Ibn al- Faradi y al-Hasimi– han trascendido hasta nuestros días para documentarnos a más de un centenar de científicos, de los cuales la mitad llegó a trabajar, aunque fuese temporalmente, en Qurtuba. En este sentido, la capitalidad de Córdoba (716) confirió a la ciudad y a la región un papel central no solo en el ámbito político, sino también en la vida científica y cultural andalusí, llegando a convertirse en una de las ciudades más populosas, avanzadas y brillantes de la Edad Media, hasta el punto de competir con Bagdad y Bizancio. Este apogeo civilizatorio es un claro testimonio de la colaboración científica entre distintas culturas, así como de la capacidad integradora de los distintos saberes de la época y de su transmisión y desarrollo.
Pedro Martínez-Avial